martes, 20 de mayo de 2014

Necesitamos tener sus cuerpos


El pasado mes de abril contemplé con asombro en el telediario la noticia de que, en un antiguo convento de Madrid, se buscaban los restos de Miguel de Cervantes. Ah, ¿pero es que no hay una tumba conocida? Pues no tenía ni idea.  Al gran Cervantes, autor de El Quijote y de otras obras increíbles, no lo tenemos enterrado como el personaje ilustre que fue. Para lograr encontrarlo utilizaban un georadar, un aparato sofisticado que, a modo de aspirador-escoba, rastrea si necesidad de perforar toda la iglesia en busca de sus huesos. He dicho sofisticado, es decir, muy caro.


La periodista, con cierta ironía, dijo algo así “Nos dejó lo mejor que tenía, pero nos empeñamos en recuperar su cuerpo”. Pues es verdad. Nos gastamos en época de crisis un dineral en algo que, bueno, de qué sirve ¿para poner una losa con una cruz e ir de peregrinaje? ¿o para anotarse un tanto los descubridores? Lo mejor que nos dejó Cervantes, su obra, sigue con nosotros aún muy viva. No vamos a estar más cerca de él teniendo bien visibles sus restos… ¿o sí? La verdad es que todo es más complejo de lo que parece.

Pensemos en los fallecidos en circunstancias trágicas que tardan mucho en recuperarse o bien es imposible hacerlo. Todos entendemos el consuelo que supone hallarlos, aunque pasen muchos años y se encuentre lo que se encuentre. Darles una digna sepultura, hacer un funeral y por fin descansar todos. Se cierra un doloroso duelo. Sus cuerpos son importantes, al menos en nuestra cultura. Por eso nos desvivimos por recuperarlos o, en algunos casos perderlos, como por ejemplo los de Bin Laden o Hitler. Vale, con los fallecidos recientes está claro y si no que se lo digan a los familiares de los militares fallecidos en Turkía en el YAK-42 o a los padres de Marta del Castillo. Hay que darlo todo por tener sus cuerpos. Pero en esta entrada quiero hablar de otros, los lejanos.

Hace algunos años me quedé extasiada contemplando la momia de Ramses II en el Museo Egipcio de El Cairo. No podía creerme que aquel que tenía ante mí fue el hombre que milenios atrás hizo lo que hizo. Contemporáneo de Moisés, Agamenón, Menéalo y Odiseo (de cuando la guerra de Troya), ahí es nada. Me paré a contemplarle bien de cerca durante un rato. Estaba alucinada del estado de conservación. Aún sus restos transmitían el porte, la fuerza y el carácter de alguien fuera de lo común. Fue como tender una mano al pasado y conectar con él, con la persona que fue, con una época, conectar con algo tangible y no solo escrito en los libros o en las piedras. Y es que ¡era él!


A mí me gustan los muertos. Entendedme, quiero decir que me imponen un gran respeto por lo que fueron en vida, por el ser que contuvieron. Ir a la tumba de alguien y contemplar su lápida me reconforta con el ser que fue y el recuerdo que tengo de él, me hace sentir más unida a esa persona, me emociona e incluso hablo mentalmente como si pudiera oírme y contestarme a todo lo que me gustaría saber de lo qué pasó, de lo que sintió, de… muchas cosas. Quizás por eso necesitamos tener sus cuerpos cerca.

En España existen muchos restos perdidos de personajes ilustres. Puede que esto sea reflejo de dejadez, indiferencia o debilidad cultural de nuestra sociedad ante personas que nos dieron tanto. Puede que un signo de respeto por nuestros grandes hombres y mujeres de ciencia,  artes, mística y poder sea encontrar sus cuerpos y honrarles por lo que hicieron como debe ser. ¿Dónde están Velázquez, Quevedo, Cristóbal Colón…? Nos consolaremos con los que tenemos. Aún nos quedan restos del Cid, que viajaron más que él en vida, incluso existe la tumba de Bavieca, su caballo, que se la ganó. También los creyentes afirman que tenemos los de Santiago Apóstol, algo es algo.

Confieso que me encantaría visitar la tumba de personajes de los que solo existe el eco de sus hazañas o de su obra, sé que no es tan importante, que lo mejor de ellos es su legado, pero soy humana y saber que siguen ahí, aunque sea la falange de un dedo, me emociona.

Hay personas para las cuales el vínculo sigue existiendo, y debería ser un vínculo colectivo, de toda la humanidad, por eso se empeñan en encontrar sus cuerpos. Se sigue buscando la tumba de Alejandro Magno y la de Jesús de Nazaret, que parece haber sido hallada hace años, aunque los intereses religiosos y arqueológicos siempre harán dudar de ello. Necesitamos tener sus cuerpos para conectar con su existencia en este mundo, que no son un cuento, una mentira y que siguen con nosotros.


Acerquémonos a ellos, leyendo o contemplando sus obras, yendo a los lugares donde vivieron, caminaron y crecieron, visitando sus restos… da igual dónde o cómo. Lo que importa es lo que aún nos hacen sentir pase el tiempo que pase.


Os recomiendo algunos enlaces:


lunes, 5 de mayo de 2014

Háblame de los colores del mundo




Hace ya unos cuantos años paseaba por la ruta de los dinosaurios de Soria para ver sus huellas, que allí son muy numerosas, y pasé por un pequeño pueblo llamado Bretún que, haciendo gala de su extinguida fauna, exhibía orgulloso enormes figuras de dinosaurios.
Pero el verdadero descubrimiento no fueron las huellas de aquellos seres de un pasado remoto sino una habitante del presente que nos salió al paso a medio desayunar, con mandil aún puesto y vara de las que se usan para llevar al ganado. Cada turista que pasaba por delante de su puerta era abordado con pasión por Sara, dispuesta a enseñarle las marcas dejadas en la roca del corral de atrás con un desparpajo que dejaba boquiabierto a cualquiera y utilizando términos científicos sin ningún complejo, vaya.

La vara resultó ser la herramienta con la que conducía a los turistas y señalaba las icnitas, coprolitos y demás rastros por los alrededores de su casa que estaba plantada, como todo el pueblo, sobre un extenso yacimiento. 

Sara era muy mayor y ahora no se cuántos años tendrá o si está aún entre nosotros, pero saboreó los placeres de la fama, fue a la televisión y sus videos están en YouTube. Y es que la gente iba a Bretún por el boca a boca, querían verla y escuchar sus lecciones magistrales sobre Paleontología porque, a pesar de su andar encorvado, Sara transmitía emoción, entusiasmo, buen humor y una gran, grandísima inteligencia.


La pregunta que me hice al abandonar Bretún fue: ¿Qué habría llegado a ser esta mujer si hubiera podido estudiar, si hubiera tenido oportunidades? Seguro que habría llegado a catedrática por lo menos… ¿Seguro?


Me he encontrado a gente en los sitios más escondidos, y no tan escondidos, realizando actividades, muy honrosas sí, pero que no estaban a su altura. Personas con una inteligencia superior que por circunstancias de la vida y por sus propias elecciones han permanecido en el anonimato pero que no pueden disimular la luz que llevan dentro.

Por decirlo de una manera burda, hay gente lista, hay gente inteligente, hay gente muy inteligente y hay gente superdotada. De ésta última voy a hablar.

Es el gran drama de este país. Siempre hay alguien que se nos cuela en la vida por tener un conocido con más o menos poder e influencia que nos quita el puesto que merecemos más que él, al que le dan mejor nota en el cole, al que le atienden antes y mejor en el médico, o que han cambiado un favor por otro… y no me digáis que no es así porque lo he sufrido en mis propias carnes y también muchos como yo, no es algo del pasado ni tampoco excepcional. La corrupción no es una cosa de políticos o empresarios, sino que está a todos los niveles, como si nuestra sociedad sufriera de una gran e irrevocable metástasis. 

Pues imaginaos el potencial que se pierde en estos caso si se trata de personas con altas capacidades. Algunas consiguen sus objetivos y se sienten realizadas, pero otras muchas pasan sin pena ni gloria por la vida sin poder realizarse y, lo que es peor, la sociedad no se puede beneficiar de su don. Así que se sienten totalmente fuera de lugar.

Sí, esto no es nada nuevo, ya lo se. Pero hace unos días entré en una librería y me llamó la atención un título “¿Demasiado inteligente para ser feliz?”, de Jeanne Siaud-Facchin, editorial Paidós, que habla de las grandes dificultades que tienen los adultos superdotados en la vida cotidiana. 

Superdotados sin ser detectados ni por su entorno ni por ellos mismos, aunque sí saben que son diferentes, que no encajan, que los demás no les entienden en su pensamiento… y no es que sean mucho más inteligentes que la gran mayoría, es que ven el mundo de otra manera, interpretan, evalúan, hacen conjeturas a una velocidad y con una complejidad muy elevada para el común de los mortales. Es como si todos viéramos en blanco y negro y existiera gente muy buena en discriminar los matices de gris. Pero el superdotado no solo ve el blanco, el negro y los matices de gris, sino que ve montones de colores. Nadie va a entender de lo que habla y por eso muchos fingen para sentirse menos raros, pasando así desapercibidos.



Tengo la suerte de haber conocido a alguno y de haber conocido también las vicisitudes de su vida por colársele alguien por delante que no veía más que en blanco y negro pero era hijo, conocido de… o hizo un intercambio de favores. Con los años muchos acaban desarrollando una actividad que les permite ganarse la vida y además son felices, otros viven frustrados, aburridos y agachan la cabeza. Más que un don a veces la sobredotación intelectual es vivida como una maldición. El miedo, la culpa, el sentimiento de imperfección, la inseguridad, la depresión, una gran hipersensibilidad emocional, sentirse solo… son características de estas personas que pasan del 130 de C.I.

Escuchémoslos, aprendamos de ellos en cuanto nos sintamos cerca de alguno, porque tienen mucho que darnos. Quizás vivan camuflados de albañiles, de cajeras, mecánicos, pastores o amas de casa. También los hay desempeñando profesiones donde deberían abundar más por su complejidad. Haciendo un símil televisivo serían el House de los médicos o el Grissom de la policía científica, gente un poco fuera de lo normal tanto en su personalidad como en sus capacidades. Si nuestras instituciones no los detectan, nuestros políticos los ignoran y siguen a lo suyo… ¡Cuánto estamos perdiendo!

Mensajeros de una realidad que no vemos pero a la que ellos pueden acceder os animo a descubrirlos y a que les azucéis, tengan la edad que tengan, sean de donde sean, para que desarrollen todo su potencial porque el mundo los necesita y quizás podamos aprender de ellos a ver el cielo de color azul y no gris.



Os dejo algunos enlaces sobre Sara por si tenéis curiosidad. Desconozco si era o no superdotada de manera oficial, pero lo que sí se es que es un ejemplo para todos.

También os recomiendo el libro, sobre todo si trabajáis en recursos humanos, educación o si sospecháis que sois uno de ellos, un superdotado, y nadie os lo ha dicho y os sentís avergonzados solo de pensarlo. Si es esto último quizás deberíais “salir del armario” y os animo a que sigáis los consejos de la autora.









             

  • Temporada 6 de "HOUSE" Capítulo 8 . "IGNORANCE IS BLISS" Os recomiendo este episodio donde un superdotado decide "hacerse tonto" combinando fármacos con alcohol por no poder soportar la presión afectiva que en su vida cotidiana supone ser un genio. Caso que puede ejemplificar a muchos anónimos en cuanto a la angustia y soledad que pueden pasar estas personas.