jueves, 19 de junio de 2014

Ese libro que nos llama



Hace algunos años regalé un libro a un amigo. Pero él, mientras conducía veloz con su furgoneta por los bosques de Girona llevándome de dolmen en dolmen, me regaló algo mucho mejor: un pensamiento. Por aquel tiempo se pusieron de moda los e-books. ¿Qué te parecen? ¿Mejor que los de papel de toda la vida? Entonces él dijo su pensamiento, ese que os digo que me regaló sin saberlo, así como si nada. Yo al principio lo acogí con una sonrisa en los labios, escéptica, pero después me descubrí soñando despierta imaginando reales sus palabras.

Si, ya van, ya las digo… Mi amigo me comentó que  prefería más los de papel y que además le gustaba prestarlos porque los libros guardaban las emociones de los que los habían leído antes. Según él era como si el libro, además de su contenido en tinta, fuera acumulando entre sus páginas las vibraciones del alma de quien los siente al leerlos. Ahora entendéis mi sonrisa ¿no? Pero, vamos a soñar un poco, porque de eso va en parte lo de leer ¿verdad?

Y es que atribuimos a muchos objetos y seres un ánima, forma parte de nuestra psique, y si ese objeto ha pertenecido o ha estado en contacto con alguien en determinados momentos, buenos o malos, pues le damos más valor. Por algo se mueve tanto dinero cuando se subasta un guante de Michael Jackson, una joya de Lady Di o la chaqueta de algún asesino en serie… esos objetos contienen para nosotros una historia, sí, pero también la emoción impregnada de su antiguo propietario. Parece como si, aun fallecida, algo de esa persona sigan ahí, lo que sintió haciendo uso de esos objetos. 

Los libros son un soporte que nos pone en contacto con autores lejanos o cercanos, fallecidos o no, de hace miles de años o contemporáneos, alguien que nos cuenta algo de sí mismo, del mundo que vivió, pensó y sintió. Como decía mi amigo Carl Sagan en su libro Cosmos: El autor habla a través del tiempo de forma clara y silenciosa, dentro de nuestra cabeza, directamente a nosotros”. Y mi genial amigo Stephen King, el autor de best-sellers de terror, llama a esto “Telepatía de verdad (…) cuando se tocan las mentes sin chorraditas místicas”

No os confundáis, a Carl y a Stephen no los conozco en persona, ni ellos a mí. Por desgracia uno ha fallecido y el otro me toca muy lejos pero los considero mis amigos del alma porque tengo muchísima telepatía con ellos, de la buena, como dice Steve, con el que ya tengo algo de confianza.

Pero bueno, sigamos soñando… imaginemos que soy el niño lector de La Historia Interminable ése que roba un libro por el que se siente atraído de manera irreprimible y que un "confiado" librero había dejado a su vista. Ése que al comenzarlo a leer pasan muchas cosas dentro del libro, de la historia y de él mismo. Bueno, pues demos vida a los libros, o alma, o conciencia o lo que queráis e imaginemos que nos llaman desde el lugar donde están depositados, a la vista o no, como si fueran los tambores del juego Jumanji, reclamando que los saquemos a la luz y siga el juego de la telepatía en marcha. Así me lo he sentido yo varias veces.

Sí, ya se, probablemente retenga más en mi memoria todos los libros que encontré por pura casualidad y me encantaron que los que me parecieron un bodrio, es un sesgo humano muy común, pero no me agüéis ahora la fantasía ¿de acuerdo? ¡Hemos quedado en que estamos soñando! 

Mi descubrimiento tuvo lugar en un lugar de Cantabria de cuyo nombre no quiero acordarme (Alonso Quijano, otro loco por la lectura) Imaginaos. Lugar paradisíaco, brisa marina al atardecer, horizonte azul y gente recogiéndose después de un día de playa porque amenaza lluvia. En el paseo marítimo habían instalado unas casetas de venta de libros, tanto nuevos como de segunda mano. Siempre he sentido lástima por los libros de segunda mano, son como perros abandonados de los que intentan deshacerse, sacarles el último suspiro económico antes de acabar en algún contenedor de basura. A veces se encuentran cosas interesantes y me gusta saber que los salvo de la hoguera del olvido de Fahrenheit 451… ¿Me vais siguiendo? Si no es así no os preocupéis que al final os pongo el enlace. 

Estaba bien escondido, mi libro, pero sentía los tambores cada vez más fuerte y, como si jugaran al frío frío o caliente caliente, mis manos fueron acercándose hasta dar con él. No se si fue la portada, la reseña o qué pero en ese instante supe perfectamente lo que sintió el niño de “La Historia Interminable” (Bastián Baltasar Bux). Yo no lo robé y mira que tuve ocasiones. Lo dejé donde estaba, bien guardadito y me fui a dar un paseo. No iba a llevármelo, no tenía ni idea de quién era el autor ni nada de nada, pero el dichoso libro me atraía como un imán y no me lo quité de la cabeza mientras andaba descalza por la playa. Pensé que ojalá existiera un Cementerio de Libros Olvidados.


 Ya sabéis lo que pasó después. Lo compré. Ni siquiera abrí la primera página para echar un vistazo al estilo o de qué iba realmente. Me encantó. Hacía mucho que no disfrutaba tanto con un libro, disfrutar de verdad, ponerme los pelos de punta y emocionarme, vaya. Así que si algún día ese libro acaba en manos de alguien pues ya lo he recargado más, supongo. Desde entonces decidí escribir en cada uno de mis libros  el por qué lo tengo. La historia de estos encuentros es a veces bastante curiosa.

Los que más me impactan son los de personas fallecidas ya hace años que escriben con una profundidad y sabiduría que hecho en falta hoy en día. Tengo la sensación de que se repiten temas, se copia a otros y encima mal, superficialmente, para ganar dinero o por moda, no se, pero surgen gurús de la novela historia o de la autoayuda que dejan mucho que desear cuando se conocen verdaderos maestros cuyos nombres no son tan conocidos. Pongo dos ejemplos:

Dale Carnegie con uno de sus libros “Cómo ganar amigos” de 1936, un libro lleno de reflexiones profundas con un lenguaje cargado de sabiduría, afortunadamente reeditado y traído a la vida. Y el otro es Lucano, poeta romano del siglo I, con su “Farsalia”. Si os gusta Lovecraft o Poe disfrutaréis mucho con este maestro en la descripción directa y sin anestesia de las guerras entre César y Pompeyo, nada infantil y romántico como estamos acostumbrados. De la mano de Lucano he entrado en un bosque maldito celta al que temen hasta las legiones y de la mano de Dale Carnegie he aprendido mucho de los seres humanos. 

Y según mi amigo, ese que me regaló su pensamiento, el de la furgoneta que iba dando botes por los caminos de Girona, esas emociones que he sentido con ellos al leerlos las descargo con mi mirada y mis manos en el libro físico que contienen su mensaje y su poder se renueva. Les dejo a los más místicos creer si el libro tiene alma y vida. Quizás es lo que proyectamos e imaginamos del autor, al que revivimos, pero lo importante es el encuentro y disfrutar de nuestra suerte cuando éste se produce. 



Como dice mi amigo Carl:

“Los libros nos permiten viajar a través del tiempo, explorar la sabiduría de nuestros antepasados, nos conectan con las intuiciones y los conocimientos extraídos penosamente a la naturaleza, de las mejores mentes que hubo jamás, con los mejores maestros, a fin de que nos instruyan sin cansarse y de que nos inspiren para que hagamos nuestra propia contribución al conocimiento colectivo de la especie humana”

Quizás mi amigo Rafa de Girona ni se acuerde de aquella conversación pero yo sí. Quizás algunos escritores no recuerden lo que escribieron con exactitud porque lo hicieron en un momento y estado mental determinado, quizás estén muertos, pero la telepatía sigue funcionando ¿no? 
¡Y de MARAVILLA!


Lo prometido es deuda:

 Cosmos, de Carl Sagan y todo lo demás que ha escrito. Este hombre dejó toda su alma en Cosmos, el libro de la serie de TV. No pongo enlace. Hay miles en la red.





La historia Interminable, de Michael Ende. Es muy distinto leerlo con doce años que siendo un adulto. Maravilloso y profundo. Revelador.








  Mientras escribo, del maestro Stephen King. Alucinareis con este libro, sobre todo si os gusta escribir. Enlace con reseña del mismo.


  







 La Farsalia, de Lucano. Aquí os dejo otro enlace que explica más sobre él.


 
  Fahrenheit 451, del genio de la ciencia-ficción Ray Bradbury. Tenéis la peli o el libro. Ambos con bastantes añitos ya. Podrían hacer un remake bien chulo, pero bien hecho, si no mejor no tocar nada. Inquietante, a veces me dan ganas de memorizar los párrafos que más me gustan de cualquier cosa cada  vez que recuerdo sus escenas.








Cómo ganar amigos, de Dale Carnegie. Lo tenéis en .pdf aquí








La Sombra del Viento, de Carlos Ruiz Zafón. A ver si algún afortunado descubre el Cementerio de los Libros Olvidados, pero que no se enteren los bomberos de  Fahrenheit 451



JumanjiLa película, genial. No va de libros pero si de tambores insistentes que no anuncian nada bueno. El cuento en el que se basa es de Chris Van Allsburg.








Momentos de Protección, de Eric Fosnes Hansen. Mi descubrimiento, bueno uno de ellos. Menos mal que los insistentes tambores de Jumanji solo los oí yo. 

El lugar de Cantabria de cuyo nombre si quiero acordarme es Suances y el librero, con montones de historias que contar sobre libros y lectores, es Augusto.




jueves, 5 de junio de 2014

Collar de Moscas




Mis hijos son pequeños, pero comienzan a tener una idea de lo que es la Historia, de que hace muchos años la gente vivía de otra manera, haciendo cosas muy diferentes, a veces raras. Creo que casi todos los niños descubren la Historia de la mano de los egipcios, con sus momias, pirámides, su forma vestir y su enigmática escritura… Pero a los míos, lo que más les llamó la atención es la relación que los egipcios mantenían con los animales que, en su mayoría, eran adorados como dioses.

Monos, cocodrilos, gatos, serpientes, buitres, abejas, escarabajos… (sí, ya llegamos a los bichos) y moscas. Todo les valía. Pero ¿Por qué adoraban a los animales?, me preguntan con extrañeza en la mirada, ¿Qué tienen los animales mejor que nosotros para ser dioses? Y entonces pasamos de la lección de Historia a la de Ciencias Naturales, Religión, Psicología o todo junto y revuelto porque una pregunta lleva a otra.

Hace unos días cotilleando por Internet me topé con una noticia sorprendente:

“Las moscas piensan antes de actuar”





¡Venga ya!, me dije. Y es que a mí las moscas me dan asco, casi todos los bichos, vaya, pero las moscas tienen el plus de ser tontas. Las abejas son sabias, las avispas despiadadas, las hormigas trabajadoras, las arañas habilidosas… el mundo de los insectos es amplio y diverso pero las moscas…

Están, con perdón,  las de la mierda, las cojoneras, las tsé-tsé, el moscón pegajoso, vamos que son de lo más pesado que hay en el mundo de los insectos. ¡Pero si hasta la gente disfruta matándolas! e incluso hay un cuento clásico infantil en el que un sastrecillo muy valiente alardea de su hazaña de matar a siete de un golpe… nuestra cultura es así, qué le vamos a hacer. No se si un egipcio, pero un budista se echaría las manos a la cabeza.

Pero es que cuando entra una mosca en casa, acudimos prestos trapo de cocina en mano para espantarla y dirigirla a sustos hacia la ventana abierta de par en par, pero la muy tonta no la ve con los ojazos que tiene, sale, entra otra vez y sigue dando vueltas por toda la casa… es agotador para nosotros y supongo que para la mosca. Y ahora llega un grupo de científicos de la Universidad de Oxford y dice que las moscas piensan y toman decisiones e incluso “meditan” cuando se enfrentan a un problema. Bueno, la verdad es que eso es más de lo que hacen algunas personas que conozco, así que seguí leyendo la noticia con interés.

Muchos pensarán que dotar de inteligencia a una mosca es casi una herejía, que se han equivocado al interpretar los datos o se trata de un titular vistoso, que esta cualidad tan sublime de la que hacemos tanta gala solo la podemos compartir, un poquito, con algunos primates. Pero la Ciencia nos sorprende cada día desmontando mitos. En palabras de Gero Miesenböck, el investigador: “Lo que nuestros resultados muestran es que las moscas de la fruta tienen una capacidad mental sorprendente que antes no había sido reconocida”. Todo, como siempre, es culpa de un gen. “¿Qué una mosca comparte el mismo gen que yo?”,  dirá alguno con el orgullo herido. Pues sí.

Solo los sabios egipcios podían ver, allí donde hay defectos, una virtud. Ser pesado, insistir una y otra vez y molestar es una ventaja. De hecho creo que las moscas llevan en este mundo mucho más tiempo que nosotros equipados con tanto intelecto. Los egipcios lo sabían, por eso la incluyeron dentro de sus animales valorados, tanto que la máxima condecoración a la que un militar egipcio podía aspirar era al collar de moscas de oro, por comportarse como ellas con sus enemigos y hostigarlos una y otra vez hasta decir basta, vaya.

Las moscas no son conscientes de sus decisiones, pero nosotros tampoco, lo siento, pero la Neurociencia lo ha demostrado hace tiempo. No hablo de decisiones triviales como qué me pongo hoy o qué cocino, sino si me caso o no, con quién, dónde quiero trabajar, etc. Hay personas a las que casi les repele ser comparadas genéticamente con un animal, se sienten superiores por tener mayor inteligencia o ser seres espirituales, pero no somos ni superiores ni inferiores en nada, cada cual posee unas cualidades que le ayudan a sobrevivir. Supongo que las moscas podrían pensar que somos unos ineptos por no poder volar haciendo sus piruetas o ver el mundo como ellas y nos compadezcan y pregunten que para qué estaremos en el mundo sino para molestar y hostigarlas, a ellas y a todo bicho viviente.

Incluso nuestro cerebro, el órgano del que presumimos orgullosos, es una auténtica chapuza, lleno de parches evolutivos que nos permiten ir tirando, pero lejos de ser eficaz como creemos, más bien nos lleva a cometer innumerables sesgos cognitivos y que cuenta con una memoria limitada y caótica que se inventa así misma… vamos, que deberíamos bajar de nuestro pedestal y tener un poquito de humildad. Lleva tiempo, lo se, nos creemos maravillosos, el culmen de la creación, los elegidos para entender realidades trascendentales, pero os pediré una cosa. No os hagáis budistas si no queréis, ni os enamoréis de las moscas, tan solo, antes de matar a una que ande despistada, recapacitad porque quizás está pensando, tomando alguna decisión de por dónde salir y seguir con su vida en un lugar más tranquilo.




Os recomiendo unos fantásticos enlaces: