Suele
ocurrir que lo que tenemos más cerca lo dejamos sin conocer porque sabemos que
lo tenemos a mano. También suele ocurrir que a la vuelta de la esquina existen lugares insólitos, hechos
extraordinarios, personas maravillosas o personas malévolas que pasan por
normales pero que la cotidianidad los deja relegados a la indiferencia.
Siempre buscamos lo exótico, lejano, la pompa y circunstancia.
Digo todo
esto porque en mi barrio, Carabanchel, me enteré hace algunos años que existía
un cementerio muy peculiar, el Cementerio
Inglés, pero claro, está ahí al lado, ya iré. Carabanchel no tiene muy buena
fama, será por la antigua cárcel, hoy derribada por una de esas decisiones
incomprensibles, será por ser un barrio obrero, será por qué se yo, pero no
será por no ser un distrito con mucha, muchísima historia. Palacios y conventos,
asentamientos romanos con mosaicos
increíbles pegados a la iglesia más antigua de Madrid, restos prehistóricos
antiquísimos de antes del hombre y después del mismo... todo esto daría para muchas
y variadas entradas de este blog, pero de momento solo hablaré de este
rinconcito.
El Cementerio Inglés guarda, como si fuera
un oasis en medio de la urbe, muchos tesoros de la historia de la España del
último siglo y medio, una de esas rarezas que da gusto conocer y que nos
sumerge en lo más oscuro y lo más glorioso del espíritu humano, siempre eterno,
pasen los años que pasen.
1 de
Noviembre. Día de Todos los Santos. Una prima mía y yo retomamos una tradición
pactada desde hace tiempo, la de visitar algún cementerio en estas fechas,
porque para nosotras los cementerios no son lugares lúgubres o tétricos (salvo
alguno, claro) sino todo lo contrario. Lugares donde el silencio amansa y donde se nos enseñan muchas cosas de
la vida de personas que, aunque ajenas, se nos presentan cercanas a través de
los mensajes de sus lápidas. Aunque solo figure su fecha de nacimiento y
muerte, con esas pequeñas pistas sobre su existencia, su profesión, sus hijos,
nos enseñan que al final el tiempo vuela y que todos nos parecemos en amores y
dolores, enfermedades, sentimientos y pérdidas, tanto si nuestra morada está en
un fastuoso panteón o bajo una quebradiza lápida cuyas inscripciones están ya borradas
por el tiempo, la vegetación y el olvido de los vivos.
No voy a
hablar de su historia o ilustres moradores, para eso tenéis varias webs donde
se da bastante información. Tan solo diré que fue creado en 1854 por el
Gobierno Británico ante la falta de un lugar de enterramiento para personas de
fe no católica, que cuando morían eran, por ejemplo, arrojadas a pozos o algo
peor. Pues sí, mucho golpe de pecho pero luego parece ser que si no eras
católico pues no tenías alma, sentimientos, no eras nadie, ni un padre o madre ejemplar
o un ser humano y punto. Triste, pero es así. Parece que vamos cambiando en
esto, pero llama la atención que el Madrid de 1800 pasaran esas cosas... o no,
lo dejo a vuestro criterio.
Pasearse entre esas tumbas y sumergirse
en estas historias contadas entre susurros es como revivir a modo de
"película" momentos vívidos de importantes banqueros, de empresarios
del espectáculo, de aventureros americanos que desde Oklahoma llegaban aquí
vete tú a saber porqué, de masones con sus símbolos y pirámides, de pintores
enamorados de un país como el nuestro, de madres y padres amantes de sus hijos
fallecidos en una u otra guerra, de bailarinas que siguen danzando a modo de
saludo, de matrimonios mixtos, de judíos atrapados en la azarosa y vengativa
historia y también de personas de confesión ortodoxa.
El nombre de una persona
hace que su ser perviva, así pensaban los egipcios, y pronunciando aquellos que
se nos antojan extraños a ojos españoles, parecía al menos reconocerles que,
aun estando en un lugar tan ajeno a su
patria, les mostramos nuestros respetos estén donde estén. También saben
escuchar los problemas que nos oyen comentar a
los vivos, mientras descansamos en un banco o entre paso y paso,
problemas que ellos ahora ya miran de lejos, con la serenidad que da la
sabiduría.
Cuántas
vidas truncadas y cuántas historias de las que aprender visitando este
cementerio. Y es que la vida y la muerte al final es igual para todos, de
verdad. Lo que hacemos en ella y lo que perdura tras la misma es lo que marca
la diferencia. Esas personas siguen "hablando" a través el tiempo,
entre cipreses y flores, un lugar lleno de paz que merece la pena descubrir y
que os recomiendo.
¡Feliz
visita!
Enlaces:
- Web del Cementerio Inglés
- Mi Cámara y Yo
- El Cajón del Maestro:
Calle
Comandante Fontanes, 7
Madrid
Wow, qué chulo! Cuando vivía en Irlanda visité algunos de sus cementerios y fue una experiencia un poco tétrica a la vez que interesante ya que las escasas veces que he visitado cementerios en España ha sido con motivo de visitar a parientes y por motivos muy tristes. Este es otro enfoque y me encantaría visitarlo alguna vez, gracias por indicar los horarios!. Saludos :-)
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