jueves, 5 de noviembre de 2015

Riñas de patio de colegio


 



   Recuerdo como por Navidad o Semana Santa ponían en televisión alguna película ambientada en la Antigua Roma con temática religiosa. Acompañaban al espíritu del momento con historias épicas llenas de dramas, amores, sacrificios y con el sabio perdón que todo lo puede. A mí, de entre todas, la que más me gustaba era "Ben-Hur".

   Me fascinaba la historia de superación de este formidable judío (Charlton Heston) esclavizado por su amigo de la infancia, el infame Mesala (Stephen Boyd), por no acceder a los caprichos de su voluntad. Pero ¿cómo alguien podía cambiar tanto y pasar de ser afín a convertirse en un enemigo tan atroz?. El reencuentro al cabo de los años de los dos amigos del alma causa gran alegría en un principio pero se convierte rápidamente en estupor cuando Judá Ben-Hur  intenta retomar la cordura defendiendo sus ideas, creyendo que en la amistad sana y verdadera las diferentes opiniones se respetan y se entiende que el otro tenga derecho a decidir por sí mismo.

   "Ben-Hur" es una historia tan vieja como el mundo porque cuenta cómo cambiamos con los años, o nos cambia la vida o ambas cosas, y que en ocasiones ese cambio transforma la candidez de la infancia en algo más retorcido. Y es que no se qué nos pasa al "madurar", pero a veces en nuestras acciones y nuestra relación con los otros toman el mando la desconfianza, la envidia, las habladurías, la intolerancia... que se perfeccionan, haciendo que  las riñas de niños de patio de colegio no sean nada comparadas con las de los adultos en ese mismo campo de batalla.

   Mi descubrimiento me sobresaltó como una bofetada de estas que te despiertan, que te hacen reaccionar, para que no te confíes, porque bajo el principio ingenuo de que "todo el mundo es bueno", tras las sonrisas y los saludos más o menos logrados hay también mucha mala sangre, crítica insana y sin motivo ni agravio alguno, simplemente hay algo nuestro que chirría a los demás y no gusta, algo normalmente  banal y por ello te mandan a galeras como al pobre Judá Ben-Hur.

   Sí, ya va, ya digo el hecho en cuestión que motiva esta entrada del blog. Pues por una cosa tan conocida como el uso del whatsapp. A saber:

      1.   Mensajes en grupo de madres de una clase del cole.
      2.   Mensajes a la par privados que ponen a parir a madres del grupo.
      3.   Descuido: se pone en el grupo lo que se estaba diciendo por privado.     Nada bonito.
      4.   Motivo del insulto: ninguno en especial, simplemente algo de alguien no nos agrada y entonces vale todo.
      5.   Me pillan.
      6.   ¡Yo soy una buena persona! ¡A ver qué pasa!
      7.   No lo dudo, pero la has cagado.




    Supongo que os sonarán este tipo de cosas. La crítica insana utiliza también la tecnología más avanzada en la comunicación, tanto si esta tiene buenas o malas intenciones, porque la tecnología no distingue entre lo que está bien y lo que está mal y los seres humanos se supone que sí.
  
   Es como si cada uno de nosotros guardásemos, a lo Dorian Gray, un retrato de lo que somos realmente en algún oscuro desván y mostráramos al mundo otra cara, la socialmente aceptada, el carácter afable, compresivo y cabal, pero que a poco que nos animen el insulto es fácil, divertido y catártico, creemos que no tiene consecuencias mientras no nos pillen. Pero sí que las tiene, para nosotros mismos, porque una arruga o verruga más se añade a nuestro retrato oculto y nos pudre por dentro. No se trata de un castigo por ser malos sino que el odiar es una emoción que genera en nuestro cuerpo sustancias que no nos hacen nada bien y nuestra alma se agria.



   Aviso para los sociólogos: No hay mejor lugar para estudiar la falsa armonía (además de en el trabajo o en una reunión de vecinos, por supuesto) que en el patio de un colegio, pero en el que los niños no son los protagonistas, sino sus madres. Todos criticamos y somos criticados, pero hay límites. La crítica o tener posturas opuestas es algo natural, pero la saña y el odio con que se hacen no reflejan una personalidad tolerante, reflexiva y cómoda consigo misma, sino la de alguien que quiere que todo el mundo baile a su son.

   Imponemos a nuestros hijos valores políticamente correctos, pero ¿qué tal ejemplo les damos nosotros? Por más cursos de escuela de padres o catequesis que hagamos los valores no se podrán interiorizar por los niños si no se los demostramos los adultos en el día a día. Volviendo a la película "Ben-Hur", en ella sale a relucir el mensaje de Jesucristo que habla de perdón y de amar al prójimo, un mensaje que consuela al torturado Judá. La teoría nos la sabemos todos pero ahí se queda, en una buena película para la tarde del domingo.

   A pesar de todos los Mesalas que hay por ahí, afortunadamente existen también muchos Judá Ben-Hur. Saber defenderse de estos ataques tanto de guerrilla como a campo abierto es fundamental, sobre todo para los más jóvenes que, en esa crisálida que es la adolescencia, pasa de todo.

   Seguramente Judá Ben-Hur hubiera preferido no reencontrase jamás con el Mesala adulto, no por el daño que le infringe, sino por haber borrado de un plumazo el dulce recuerdo de la amistad pura y noble de la infancia, en la que nos enfadamos pero al ratito estamos jugando otra vez.

   Aquí os dejo una guía de supervivencia a base de consejos de algunos sabios, para cuando nos sale el Mesala o el Judá Ben-Hur que todos llevamos dentro:


·     "Hacen falta cinco cumplidos para resarcir un insulto". Artículo estupendo de Eduard Punset. 







·      Aplicad el  "Triple filtro de Sócrates" (desconozco si es real, pero ayuda) cuando alguien os venga con un chisme antes de dejarle que os lo cuente, preguntad:

 - ¿Lo que me vas a contar es algo bueno? - Bondad
- ¿Lo que me vas a contar es verdadero? - Veracidad
- ¿Lo que me vas a contar me será de utilidad? - Utilidad

Si os contestan "NO" a alguna de estas preguntas rechazad el cotilleo con elegancia porque solo os generará malestar y alimentará un bulo difícil de desenredar.



·      Randy Pausch nos enseña cómo disculparse sinceramente en su maravilloso libro-testamento "La última lección". Hay que seguir tres sencillos pasos de manera sincera y humilde, claro, aunque escuezan:

 
   1. Lo que hice estuvo mal
   2. Lamento haberte molestado
   3. ¿Cómo podría compensarte?

Si somos el agraviado... puede que debemos dejar una salida digna al agresor para que éste no se ponga a la defensiva. Debe encontrar el estado emocional adecuado para disculparse y para ello hay que ser pacientes (y un poco santos también)


·      Decid las cosas como son, pero con amabilidad, por favor.


·      Evitad hablar de personas que no estén presentes y no se puedan defender. Además, los demás se preguntarán qué diréis de ellos a sus espaldas y no confiarán en vosotros.


·      Evitad las habladurías o cotilleos puros y duros. No traen nada bueno.


·      Es casi imposible ensuciar al prójimo sin ensuciarse a uno mismo - Abigail van Buren


·      Tolerar las faltas de los demás, nosotros también las cometemos, quizás otras, pero todos somos producto de nuestras decisiones y de nuestras circunstancias vitales.
  

Si alguien sabe de críticas despiadadas ese es Iker Jimenez. En este vídeo nos da algunos consejos para tener un "Blindaje Positivo": La crítica es buena si te hace aprender, lo importante es saber distinguir la crítica despiadada, la que no tiene ningún sentido, la que está motivada por la envidia.





·      Peliculón "Ben-Hur". Maravillosa toda ella, un clásico.



·      Novela "El retrato de Dorian Gray" del genial, incomprendido y maltratado en su tiempo Oscar Wilde, que sabía llegar a la raíz de las cosas como nadie.



·      Películas "El retrato de Dorian Gray". La de 1945 es genial y la más reciente de 2009 mucho más explícita. A mí me gustan las dos, ambas son inquietantes.



·      En la vida hay tres cosas que no vuelven atrás: la flecha lanzada, la palabra pronunciada y la oportunidad perdida - Proverbio Chino
  


        Pues eso, no perdamos la oportunidad de tomar conciencia del veneno que supone la seductora crítica malsana y los chismorreos sin motivo. Busquemos desahogar nuestra rabia de otra manera y no olvidéis que un mal hábito, aprendido de alguien o creado por nosotros a lo largo de la vida, se puede cambiar por otro menos dañino tanto para los demás como para nosotros mismos. Nuestro mundo más cercano sería mejor si tuviéramos un poquito de humildad, reconociéramos algunos traspiés y reparásemos el mal infringido. 

   No esparzamos más mal rollo a nuestro alrededor ¡que ya hay bastante!