Mis
hijos son pequeños, pero comienzan a tener una idea de lo que es la Historia,
de que hace muchos años la gente vivía de otra manera, haciendo cosas muy
diferentes, a veces raras. Creo que casi todos los niños descubren la Historia
de la mano de los egipcios, con sus momias, pirámides, su forma vestir y su
enigmática escritura… Pero a los míos, lo que más les llamó la atención es la
relación que los egipcios mantenían con los animales que, en su mayoría, eran
adorados como dioses.
Monos,
cocodrilos, gatos, serpientes, buitres, abejas, escarabajos… (sí, ya llegamos a
los bichos) y moscas. Todo les valía. Pero ¿Por
qué adoraban a los animales?, me preguntan con extrañeza en la mirada, ¿Qué tienen los animales mejor que nosotros
para ser dioses? Y entonces pasamos de la lección de Historia a la de
Ciencias Naturales, Religión, Psicología o todo junto y revuelto porque una
pregunta lleva a otra.
Hace
unos días cotilleando por Internet me topé con una noticia sorprendente:
“Las moscas piensan antes de actuar”
¡Venga
ya!, me dije. Y es que a mí las moscas me dan asco, casi todos los bichos,
vaya, pero las moscas tienen el plus de ser tontas. Las abejas son sabias, las
avispas despiadadas, las hormigas trabajadoras, las arañas habilidosas… el
mundo de los insectos es amplio y diverso pero las moscas…
Están,
con perdón, las de la mierda, las
cojoneras, las tsé-tsé, el moscón pegajoso, vamos que son de lo más pesado que
hay en el mundo de los insectos. ¡Pero si hasta la gente disfruta matándolas! e
incluso hay un cuento clásico infantil en el que un sastrecillo muy valiente
alardea de su hazaña de matar a siete de un golpe… nuestra cultura es así, qué
le vamos a hacer. No se si un egipcio, pero un budista se echaría las manos a
la cabeza.
Pero
es que cuando entra una mosca en casa, acudimos prestos trapo de cocina en mano
para espantarla y dirigirla a sustos hacia la ventana abierta de par en par,
pero la muy tonta no la ve con los ojazos que tiene, sale, entra otra vez y
sigue dando vueltas por toda la casa… es agotador para nosotros y supongo que
para la mosca. Y ahora llega un grupo de científicos de la Universidad de
Oxford y dice que las moscas piensan y toman decisiones e incluso “meditan”
cuando se enfrentan a un problema. Bueno, la verdad es que eso es más de lo que
hacen algunas personas que conozco, así que seguí leyendo la noticia con
interés.
Muchos
pensarán que dotar de inteligencia a una mosca es casi una herejía, que se han
equivocado al interpretar los datos o se trata de un titular vistoso, que esta
cualidad tan sublime de la que hacemos tanta gala solo la podemos compartir, un
poquito, con algunos primates. Pero la Ciencia nos sorprende cada día
desmontando mitos. En palabras de Gero Miesenböck, el investigador: “Lo que nuestros resultados muestran es que
las moscas de la fruta tienen una capacidad mental sorprendente que antes no
había sido reconocida”. Todo, como siempre, es culpa de un gen. “¿Qué una
mosca comparte el mismo gen que yo?”, dirá alguno con el orgullo herido. Pues sí.
Solo
los sabios egipcios podían ver, allí donde hay defectos, una virtud. Ser
pesado, insistir una y otra vez y molestar es una ventaja. De hecho creo que
las moscas llevan en este mundo mucho más tiempo que nosotros equipados con
tanto intelecto. Los egipcios lo sabían, por eso la incluyeron dentro de sus
animales valorados, tanto que la máxima condecoración a la que un militar
egipcio podía aspirar era al collar de moscas de oro, por comportarse como
ellas con sus enemigos y hostigarlos una y otra vez hasta decir basta, vaya.
Las
moscas no son conscientes de sus decisiones, pero nosotros tampoco, lo siento,
pero la Neurociencia lo ha demostrado hace tiempo. No hablo de decisiones triviales
como qué me pongo hoy o qué cocino, sino si me caso o no, con quién, dónde
quiero trabajar, etc. Hay personas a las que casi les repele ser comparadas
genéticamente con un animal, se sienten superiores por tener mayor inteligencia
o ser seres espirituales, pero no somos ni superiores ni inferiores en nada, cada
cual posee unas cualidades que le ayudan a sobrevivir. Supongo que las moscas
podrían pensar que somos unos ineptos por no poder volar haciendo sus piruetas
o ver el mundo como ellas y nos compadezcan y pregunten que para qué estaremos
en el mundo sino para molestar y hostigarlas, a ellas y a todo bicho viviente.
Incluso
nuestro cerebro, el órgano del que presumimos orgullosos, es una auténtica
chapuza, lleno de parches evolutivos que nos permiten ir tirando, pero lejos de
ser eficaz como creemos, más bien nos lleva a cometer innumerables sesgos
cognitivos y que cuenta con una memoria limitada y caótica que se inventa así
misma… vamos, que deberíamos bajar de nuestro pedestal y tener un poquito de
humildad. Lleva tiempo, lo se, nos creemos maravillosos, el culmen de la
creación, los elegidos para entender realidades trascendentales, pero os pediré
una cosa. No os hagáis budistas si no queréis, ni os enamoréis de las moscas, tan
solo, antes de matar a una que ande despistada, recapacitad porque quizás está
pensando, tomando alguna decisión de por dónde salir y seguir con su vida en un
lugar más tranquilo.
Os
recomiendo unos fantásticos enlaces:
REDES con Gary Marcus, autor del libro Kluge “La azarosa construcción de la mente humana” Editorial Ariel. Fantástico.