Por fin, después de unos
cuantos añitos de obras, se reabre el MAN. Mi primer pensamiento se dirigió a
otro lugar reformado, el Alcázar de Toledo. El temor se apoderó de mí ¿Harían
lo mismo? ¿Arrebatarían el alma al museo haciéndolo extremadamente aséptico y
monótono?
Digo todo esto porque hace un par de años fui a
enseñar la maravillosa Toledo a un familiar del extranjero. Después de patear
todo el día dejé el Alcázar como colofón final. Testigo de muchas cosas pero
sobre todo por unos de los episodios más conocidos de la Guerra Civil. Ambos
teníamos interés porque nuestro abuelo había formado parte de esta guerra de
manera muy activa (no diré el bando pero puede que no sea el que imagináis)
Bueno, la visita fue un chasco. Habían reformado
todo tanto que lo habían dejado el monumento irreconocible. Vamos que ni me
enteré de cuándo realmente había entrado en el Alcázar de verdad. Le habían
arrebatado el alma, da igual qué tipo de alma y de qué bando, era como era y
uno revivía la historia al visitarlo y acercarnos a lo que sucedió, a la gente
que pereció allí y en toda la guerra, fueran de donde fueran. Pues todo esto me
temía yo, que en un arrebato de no dejar piedra sobre piedra por un afán de
modernidad o por un pasado más o menos incómodo, se hubieran cargado el MAN
para dejarlo “más bonito” pero sin alma.
No sé quién ha sido el artífice, diseñador,
director o personas en general que han hecho esta reforma pero ¡GRACIAS!
Casi me da el Síndrome de Stendhal contemplando
sala tras sala, cada una con su reclamo proclamado bien alto, como con vida
propia. Con exquisitez, respetando la personalidad de las piezas y del edificio
han logrado conseguir una maravilla de museo. Oscuros pasillos nos sumergen,
como en un misterioso túnel del tiempo, en el pasado rico y diverso de esta
tierra bendecida por todas las culturas imaginables. Gentes atrapadas en su
tiempo trascienden ahora a través de sus objetos cotidianos o sagrados y se nos
muestran.
No quiero
contar mucho, ni entrar en detalles para no adelantar sorpresas, pero no me
resisto a soplaros alguna. Por ejemplo, las reproducciones para que invidentes
y no invidentes se harten de tocar y sentir el objeto que tras una vitrina
resulta imposible, la evocadora iluminación de las piezas, los gráficos y los
grandes paneles ilustrativos… es impresionante el trabajo que han hecho. Han
conseguido un museo más vivo. Supongo que habrá alguien que diga que no es para
tanto, que hay cosas mejorables, yo no entiendo de museística, pero a mí me ha
encantado descubrir de nuevo este museo y no me ha decepcionado nada.
Lo mejor, para mí, las damas ibéricas ¡claro!, lo más
genuino y lo más desconocido. Todas bellísimas, imponiendo su majestad, su
inagotable magnetismo y poder, su espiritualidad. Aún existe alma en todas
ellas, nadie se la ha arrebatado, al revés, la han potenciado aún más.
Me esperan muchas visitas a este museo, con
parientes lejanos y cercanos, también en soledad. Al Alcázar no volveré, para
mí es ahora un lugar incómodo. Pero os recomiendo que vayáis a los dos sitios y
juzguéis por vosotros mismos, no fijándoos en lo bonito o nuevo, sino en la
atmósfera que se respira, en lo no perceptible de manera obvia. Sentid al
edificio y escuchad la historia que contiene.
¡Feliz visita!
La pega: Museo "no apto" para niños, el acoso y seguimiento es agobiante, incluso para niños que se portan bien, así que llevadlos mayorcitos, en visitas escolares o atados y amordazados. No han pensado mucho en ellos, los depositarios de la cultura y la historia, a la hora de diseñar el museo, poner plataformas, etc. No puede ser perfecto. Lástima.
La pega: Museo "no apto" para niños, el acoso y seguimiento es agobiante, incluso para niños que se portan bien, así que llevadlos mayorcitos, en visitas escolares o atados y amordazados. No han pensado mucho en ellos, los depositarios de la cultura y la historia, a la hora de diseñar el museo, poner plataformas, etc. No puede ser perfecto. Lástima.