Mostrando entradas con la etiqueta MAN. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta MAN. Mostrar todas las entradas

jueves, 3 de abril de 2014

Redescubriendo el Museo Arqueológico Nacional


Por fin, después de unos cuantos añitos de obras, se reabre el MAN. Mi primer pensamiento se dirigió a otro lugar reformado, el Alcázar de Toledo. El temor se apoderó de mí ¿Harían lo mismo? ¿Arrebatarían el alma al museo haciéndolo extremadamente aséptico y monótono?
Digo todo esto porque hace un par de años fui a enseñar la maravillosa Toledo a un familiar del extranjero. Después de patear todo el día dejé el Alcázar como colofón final. Testigo de muchas cosas pero sobre todo por unos de los episodios más conocidos de la Guerra Civil. Ambos teníamos interés porque nuestro abuelo había formado parte de esta guerra de manera muy activa (no diré el bando pero puede que no sea el que imagináis)

Bueno, la visita fue un chasco. Habían reformado todo tanto que lo habían dejado el monumento irreconocible. Vamos que ni me enteré de cuándo realmente había entrado en el Alcázar de verdad. Le habían arrebatado el alma, da igual qué tipo de alma y de qué bando, era como era y uno revivía la historia al visitarlo y acercarnos a lo que sucedió, a la gente que pereció allí y en toda la guerra, fueran de donde fueran. Pues todo esto me temía yo, que en un arrebato de no dejar piedra sobre piedra por un afán de modernidad o por un pasado más o menos incómodo, se hubieran cargado el MAN para dejarlo “más bonito” pero sin alma.


No sé quién ha sido el artífice, diseñador, director o personas en general que han hecho esta reforma pero ¡GRACIAS!

Casi me da el Síndrome de Stendhal contemplando sala tras sala, cada una con su reclamo proclamado bien alto, como con vida propia. Con exquisitez, respetando la personalidad de las piezas y del edificio han logrado conseguir una maravilla de museo. Oscuros pasillos nos sumergen, como en un misterioso túnel del tiempo, en el pasado rico y diverso de esta tierra bendecida por todas las culturas imaginables. Gentes atrapadas en su tiempo trascienden ahora a través de sus objetos cotidianos o sagrados y se nos muestran.

No quiero contar mucho, ni entrar en detalles para no adelantar sorpresas, pero no me resisto a soplaros alguna. Por ejemplo, las reproducciones para que invidentes y no invidentes se harten de tocar y sentir el objeto que tras una vitrina resulta imposible, la evocadora iluminación de las piezas, los gráficos y los grandes paneles ilustrativos… es impresionante el trabajo que han hecho. Han conseguido un museo más vivo. Supongo que habrá alguien que diga que no es para tanto, que hay cosas mejorables, yo no entiendo de museística, pero a mí me ha encantado descubrir de nuevo este museo y no me ha decepcionado nada. 


Lo mejor, para mí, las damas ibéricas ¡claro!, lo más genuino y lo más desconocido. Todas bellísimas, imponiendo su majestad, su inagotable magnetismo y poder, su espiritualidad. Aún existe alma en todas ellas, nadie se la ha arrebatado, al revés, la han potenciado aún más.


Me esperan muchas visitas a este museo, con parientes lejanos y cercanos, también en soledad. Al Alcázar no volveré, para mí es ahora un lugar incómodo. Pero os recomiendo que vayáis a los dos sitios y juzguéis por vosotros mismos, no fijándoos en lo bonito o nuevo, sino en la atmósfera que se respira, en lo no perceptible de manera obvia. Sentid al edificio y escuchad la historia que contiene.

¡Feliz visita!

La pega: Museo "no apto" para niños, el acoso y seguimiento es agobiante, incluso para niños que se portan bien, así que llevadlos mayorcitos, en visitas escolares o atados y amordazados. No han pensado mucho en ellos, los depositarios de la cultura y la historia, a la hora de diseñar el museo, poner plataformas, etc. No puede ser perfecto. Lástima.