Recuerdo como por Navidad o Semana Santa ponían en televisión alguna película ambientada en la Antigua Roma con temática religiosa. Acompañaban al espíritu del momento con historias épicas llenas de dramas, amores, sacrificios y con el sabio perdón que todo lo puede. A mí, de entre todas, la que más me gustaba era "Ben-Hur".
Me fascinaba la
historia de superación de este formidable judío (Charlton Heston) esclavizado por su amigo de la infancia, el infame
Mesala (Stephen Boyd), por no acceder
a los caprichos de su voluntad. Pero ¿cómo alguien podía cambiar tanto y pasar de
ser afín a convertirse en un enemigo tan atroz?. El reencuentro al cabo de los
años de los dos amigos del alma causa gran alegría en un principio pero se
convierte rápidamente en estupor cuando Judá Ben-Hur intenta retomar la cordura defendiendo sus
ideas, creyendo que en la amistad sana y verdadera las diferentes opiniones se
respetan y se entiende que el otro tenga derecho a decidir por sí mismo.
"Ben-Hur" es una historia tan vieja
como el mundo porque cuenta cómo cambiamos con los años, o nos cambia la vida o
ambas cosas, y que en ocasiones ese cambio transforma la candidez de la
infancia en algo más retorcido. Y es que no se qué nos pasa al "madurar",
pero a veces en nuestras acciones y nuestra relación con los otros toman el mando
la desconfianza, la envidia, las habladurías, la intolerancia... que se perfeccionan,
haciendo que las riñas de niños de patio
de colegio no sean nada comparadas con las de los adultos en ese mismo campo de
batalla.
Mi descubrimiento me sobresaltó como una bofetada de estas que te
despiertan, que te hacen reaccionar, para que no te confíes, porque bajo el
principio ingenuo de que "todo el mundo es bueno", tras las sonrisas
y los saludos más o menos logrados hay también mucha mala sangre, crítica
insana y sin motivo ni agravio alguno, simplemente hay algo nuestro que chirría
a los demás y no gusta, algo normalmente banal y por ello te mandan a galeras como al
pobre Judá Ben-Hur.
Sí, ya va, ya digo el hecho en cuestión que motiva esta entrada del blog. Pues por una cosa tan conocida
como el uso del whatsapp. A saber:
1. Mensajes en
grupo de madres de una clase del cole.
2.
Mensajes a la
par privados que ponen a parir a madres del grupo.
3.
Descuido: se
pone en el grupo lo que se estaba diciendo por privado. Nada bonito.
4.
Motivo del
insulto: ninguno en especial, simplemente algo de alguien no nos agrada y
entonces vale todo.
5.
Me pillan.
6.
¡Yo soy una
buena persona! ¡A ver qué pasa!
7.
No lo dudo, pero
la has cagado.
Supongo que os sonarán este tipo de cosas.
La crítica insana utiliza también la tecnología más avanzada en la comunicación,
tanto si esta tiene buenas o malas intenciones, porque la tecnología no
distingue entre lo que está bien y lo que está mal y los seres humanos se supone
que sí.
Es como si cada uno de
nosotros guardásemos, a lo Dorian Gray, un retrato de lo que somos realmente en
algún oscuro desván y mostráramos al mundo otra cara, la socialmente aceptada,
el carácter afable, compresivo y cabal, pero que a poco que nos animen el
insulto es fácil, divertido y catártico, creemos que no tiene consecuencias
mientras no nos pillen. Pero sí que las tiene, para nosotros mismos, porque una
arruga o verruga más se añade a nuestro retrato oculto y nos pudre por dentro.
No se trata de un castigo por ser malos sino que el odiar es una emoción que
genera en nuestro cuerpo sustancias que no nos hacen nada bien y nuestra alma
se agria.
Aviso para los
sociólogos: No hay mejor lugar para estudiar la falsa armonía (además de en el
trabajo o en una reunión de vecinos, por supuesto) que en el patio de un
colegio, pero en el que los niños no son los protagonistas, sino sus madres.
Todos criticamos y somos criticados, pero hay límites. La crítica o tener
posturas opuestas es algo natural, pero la saña y el odio con que se hacen no
reflejan una personalidad tolerante, reflexiva y cómoda consigo misma, sino la
de alguien que quiere que todo el mundo baile a su son.
Imponemos a nuestros
hijos valores políticamente correctos, pero ¿qué tal ejemplo les damos
nosotros? Por más cursos de escuela de padres o catequesis que hagamos los
valores no se podrán interiorizar por los niños si no se los demostramos los
adultos en el día a día. Volviendo a la película "Ben-Hur", en ella sale a relucir el mensaje de Jesucristo que
habla de perdón y de amar al prójimo, un mensaje que consuela al torturado
Judá. La teoría nos la sabemos todos pero ahí se queda, en una buena película
para la tarde del domingo.
A pesar de todos los
Mesalas que hay por ahí, afortunadamente existen también muchos Judá Ben-Hur.
Saber defenderse de estos ataques tanto de guerrilla como a campo abierto es
fundamental, sobre todo para los más jóvenes que, en esa crisálida que es la
adolescencia, pasa de todo.
Seguramente Judá
Ben-Hur hubiera preferido no reencontrase jamás con el Mesala adulto, no por el
daño que le infringe, sino por haber borrado de un plumazo el dulce recuerdo de
la amistad pura y noble de la infancia, en la que nos enfadamos pero al ratito
estamos jugando otra vez.
Aquí os dejo una guía
de supervivencia a base de consejos de algunos sabios, para cuando nos sale el
Mesala o el Judá Ben-Hur que todos llevamos dentro:
· "Hacen
falta cinco cumplidos para resarcir un insulto". Artículo estupendo de
Eduard Punset.
·
Aplicad el "Triple filtro de Sócrates" (desconozco
si es real, pero ayuda) cuando alguien os venga con un chisme antes de dejarle
que os lo cuente, preguntad:
- ¿Lo que me vas a contar es algo bueno? -
Bondad
- ¿Lo que me vas
a contar es verdadero? - Veracidad
- ¿Lo que me vas
a contar me será de utilidad? - Utilidad
Si os contestan "NO"
a alguna de estas preguntas rechazad el cotilleo con elegancia porque solo os
generará malestar y alimentará un bulo difícil de desenredar.
·
Randy Pausch nos
enseña cómo disculparse sinceramente en su maravilloso libro-testamento "La última lección". Hay que seguir
tres sencillos pasos de manera
sincera y humilde, claro, aunque escuezan:
1. Lo que hice estuvo mal
2. Lamento haberte molestado
3. ¿Cómo podría compensarte?
Si somos el
agraviado... puede que debemos dejar una salida digna al agresor para que éste
no se ponga a la defensiva. Debe encontrar el estado emocional adecuado para
disculparse y para ello hay que ser pacientes (y un poco santos también)
·
Decid las cosas
como son, pero con amabilidad, por favor.
·
Evitad hablar de
personas que no estén presentes y no se puedan defender. Además, los demás se
preguntarán qué diréis de ellos a sus espaldas y no confiarán en vosotros.
·
Evitad las
habladurías o cotilleos puros y duros. No traen nada bueno.
·
Es casi
imposible ensuciar al prójimo sin ensuciarse a uno mismo - Abigail van Buren
·
Tolerar las
faltas de los demás, nosotros también las cometemos, quizás otras, pero todos
somos producto de nuestras decisiones y de nuestras circunstancias vitales.
Si alguien sabe de críticas despiadadas ese es Iker Jimenez. En este vídeo nos da algunos consejos para tener un "Blindaje Positivo": La crítica es buena si te hace aprender, lo importante es saber distinguir la crítica despiadada, la que no tiene ningún sentido, la que está motivada por la envidia.
Si alguien sabe de críticas despiadadas ese es Iker Jimenez. En este vídeo nos da algunos consejos para tener un "Blindaje Positivo": La crítica es buena si te hace aprender, lo importante es saber distinguir la crítica despiadada, la que no tiene ningún sentido, la que está motivada por la envidia.
·
Peliculón "Ben-Hur". Maravillosa toda ella, un
clásico.
·
Novela "El retrato de Dorian Gray" del genial,
incomprendido y maltratado en su tiempo Oscar Wilde, que sabía llegar a la raíz
de las cosas como nadie.
·
Películas "El retrato de Dorian Gray". La de
1945 es genial y la más reciente de 2009 mucho más explícita. A mí me gustan
las dos, ambas son inquietantes.
·
En la vida hay
tres cosas que no vuelven atrás: la flecha lanzada, la palabra pronunciada y la
oportunidad perdida - Proverbio Chino
Pues eso, no perdamos la oportunidad de tomar conciencia del
veneno que supone la seductora crítica malsana y los chismorreos sin motivo.
Busquemos desahogar nuestra rabia de otra manera y no olvidéis que un mal hábito,
aprendido de alguien o creado por nosotros a lo largo de la vida, se puede
cambiar por otro menos dañino tanto para los demás como para nosotros mismos. Nuestro
mundo más cercano sería mejor si tuviéramos un poquito de humildad, reconociéramos
algunos traspiés y reparásemos el mal infringido.
No esparzamos más mal rollo a
nuestro alrededor ¡que ya hay bastante!