martes, 15 de julio de 2014

Irse a destiempo


 Estamos en verano. Hace calor y muchos nos vamos de vacaciones, por ejemplo a la costa. Me fascina el mar, sus secretos hundidos, su rugir y la música que hace cuando se retira de las piedras de la orilla, sus monstruos legendarios, las historias de marineros y lobos de mar, de largas y peligrosas travesías en busca de sustento o aventura, de faros acechando el peligro… en fin que me descargué un podcast de un programa de radio que hablaba del mar y sus misterios, para ponerme más a tono.




Para mi sorpresa, lo que más me intrigó del programa fue un comentario que no estaba previsto, que salió en la tertulia de refilón pero para mí fue un gran descubrimiento: la pesca del atún rojo que se realiza desde tiempos inmemoriales frente a las costas de Tarifa (Cádiz).

Alguna vez he visto por la tele la imagen de hombres aguerridos luchando con bestias de más de 500 Kg. con un simple gancho y un brazo bien fuerte. Pero mira tú por dónde que lo interesante ya no es la pesca o su táctica sino cómo sabían dónde poner la red, la almadraba, en el punto exacto. La clave eran las orcas, donde hubiera orcas acechando había bancos de atunes recorriendo el estrecho en determinadas épocas al año. 


Pero no es más interesante lo que se cuenta que quién lo cuenta. En este caso, en el programa de radio se menciona a una persona, Mario Morcillo, que explicaba a turistas que acudían a Zahara de los Atunes las maravillas acuáticas de ese mar ancestral que guarda mil historias de fenicios, romanos, aventureros y conquistadores. Digo que explicaba porque Mario Moricllo es una de esas personas que se fue a destiempo. Falleció en un accidente haciendo lo que más le gustaba, mostrar a un grupo de turistas la naturaleza y hacer sus propios descubrimientos.

Irse a destiempo es una auténtica faena para el que lo hace y para los que se quedan un tormento. Solo nos queda el consuelo al pensar que los que se marcharon así dejaron su poema de la vida bien escrito antes de irse, con su juventud y todo, su semilla ya plantada, con el entusiasmo ya contagiado a los que les rodeaban y además llegando a otros que ni le han conocido, como yo, que años después los descubren a través de un programa de radio.

¿Qué tiene Mario de excepcional para dedicarle esta entrada? No lo se, como digo no le conocía, pero me cautivó lo que contaba sobre la pesca de atunes y cómo lo hacía, el enlazamiento de historia y naturaleza, sus conclusiones y su pasión. Desde una cueva antiquísima, con restos pictóricos que él dice poder interpretar, Mario nos susurra sus reflexiones porque desde esa cueva se divisan las orcas, y donde hay orcas hay atunes y la supervivencia está asegurada. Pero yo me pregunto: ¿Cuántos secretos arrancados al mar y a las piedras podría haber contado Mario de no haber fallecido?

Recuerdo de niña la muerte de Félix Rodríguez de la Fuente. También a destiempo. “¿Por qué gente que hace tanto por el mundo muere tan rápido, mamá?”, pregunté. “Pues porque Dios quiere a todos los buenos a su lado”, me contestó. Yo no podía entender cómo Dios podía ser tan egoísta, con la falta que nos hacen en el mundo éstos y no la escoria que hace la vida imposible al resto. De ahí el dicho de “bicho malo nunca muere”. Sea como fuese estas personas nos pasan el testigo para que sigamos la carrera por ellos, ahora nos toca apretar el puño y correr como posesos hasta entregarlo al siguiente.

Y digo yo, ¿cómo se puede pasar por el mundo durante años y no hacer nada? No digo escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo, descubrir la vacuna del SIDA o ser famoso…tan solo aportar nuestro particular verso a este poderoso drama de la vida, tal y como decía el poeta Walt Withman. Y es que hay mucha gente que no aporta casi nada al mundo, no trabaja o lo hace con desgana y mal, se ocupa solo de sí misma y sus placeres, de dar lo mínimo con la familia y su comunidad y se muere de vieja en la cama. Qué triste, no?

Félix Rodríguez de la Fuente o Mario Morcillo son solo la punta del icerberg  de todo lo contrario porque existe mucha gente por ahí que deja bien escrito su verso, hacen algo que merezca la pena, con humildad, entre los suyos, transmiten algo a alguien o dejan el mundo mejor de lo que lo encontraron, con pasión y entusiasmo.

Pienso ir a visitar la Cueva de las Orcas en Zahara de los Atunes y contemplar el mar que tengo en frente y prometo imaginarme la presencia de Mario allí, en su cueva y las de los atuneros prehistóricos, hablándome de orcas, sol, huellas en la roca, almadrabas y fenicios.

Y ahora os pregunto yo a vosotros: ¿Cuál será vuestro verso antes de iros?


" (...) De lo malos resultados de todo, de las multitudes
afanosas y sórdidas que me rodean,

De los años vacíos e inútiles de los demás, yo
entrelazado con los demás,
La pregunta, ¡Oh, mi yo!, la pregunta triste que
vuelve - ¿qué de bueno hay en medio de estas
cosas, Oh, mi yo, Oh, vida ?

Respuesta

Que estás aquí - que existe la vida y la identidad,
Que prosigue el poderoso drama, y que
puedes contribuir con un verso.

WALT WHITMAN 


¡Feliz verano!



Os propongo:









  • Video de la pesca del atún, de cuando se iba con boina y ropa a la antigua usanza. Llama la atención el estupendo guión, además de la fuerza de las imágenes y las canciones que usaban los pescadores al prepararse para pescar y al hacer las capturas. 


  • Libro, “La última lección” Randy Pausch, otro que se fue totalmente a destiempo, pero sabiéndolo, que no se si es peor o mejor. En este libro se dejó hasta las pestañas por transcribir los últimos versos de su poema en la vida. Por favor ¡leedlo o ver el video!, es un testamento genial y divertido a pesar de estar presente la sombra de su marcha. Si además podéis ver el video de la conferencia de esta última lección en la universidad mejor que mejor.  Está en inglés pero hay versiones con subtítulos en castellano en youtube. Ya en vida dio mucho como profesor de informática y ser humano pero el libro de la conferencia donde da su última lección es emocionante e inspirador.








  • Libro "Mares Tenebrosos", una recopilación de relatos de misterio sobre el mar de la editorial Valdemar. Una gozada.

  •  Poemas de Walt Withman. Este es poeta de verdad, vamos, y de los gordos. A mi me encanta. Os pongo dos de sus poemas, uno dedicado al mar, que parece escrito para Mario Morcillo y otro dedicado a vosotros, a mí claro por la parte que me toca, porque a pesar de que el mundo es como es, que la gente es como es, estamos aquí y tenemos que contribuir con nuestro verso. Os saldrán montones de webs en Internet con sus maravillosas poesías llenas de mar, naturaleza, a la vida y al ser humano que, si me permitís la obscenidad, entendibles o accesibles.









Con el reflujo del océano de la vida 
WALT WHITMAN

" (...) Mientras recorro las playas que no conozco
mientras escucho la endecha
las voces de los hombres y mujeres náufragos
mientras aspiro las brisas impalpables que me asedian
mientras el océano, tan misterioso
se aproxima a mi cada vez más
yo no soy sino un insignificante madero abandonado por la resaca
un puñado de arena y hojas muertas
y me confundo con las arenas y con los restos del naufragio.

jueves, 19 de junio de 2014

Ese libro que nos llama



Hace algunos años regalé un libro a un amigo. Pero él, mientras conducía veloz con su furgoneta por los bosques de Girona llevándome de dolmen en dolmen, me regaló algo mucho mejor: un pensamiento. Por aquel tiempo se pusieron de moda los e-books. ¿Qué te parecen? ¿Mejor que los de papel de toda la vida? Entonces él dijo su pensamiento, ese que os digo que me regaló sin saberlo, así como si nada. Yo al principio lo acogí con una sonrisa en los labios, escéptica, pero después me descubrí soñando despierta imaginando reales sus palabras.

Si, ya van, ya las digo… Mi amigo me comentó que  prefería más los de papel y que además le gustaba prestarlos porque los libros guardaban las emociones de los que los habían leído antes. Según él era como si el libro, además de su contenido en tinta, fuera acumulando entre sus páginas las vibraciones del alma de quien los siente al leerlos. Ahora entendéis mi sonrisa ¿no? Pero, vamos a soñar un poco, porque de eso va en parte lo de leer ¿verdad?

Y es que atribuimos a muchos objetos y seres un ánima, forma parte de nuestra psique, y si ese objeto ha pertenecido o ha estado en contacto con alguien en determinados momentos, buenos o malos, pues le damos más valor. Por algo se mueve tanto dinero cuando se subasta un guante de Michael Jackson, una joya de Lady Di o la chaqueta de algún asesino en serie… esos objetos contienen para nosotros una historia, sí, pero también la emoción impregnada de su antiguo propietario. Parece como si, aun fallecida, algo de esa persona sigan ahí, lo que sintió haciendo uso de esos objetos. 

Los libros son un soporte que nos pone en contacto con autores lejanos o cercanos, fallecidos o no, de hace miles de años o contemporáneos, alguien que nos cuenta algo de sí mismo, del mundo que vivió, pensó y sintió. Como decía mi amigo Carl Sagan en su libro Cosmos: El autor habla a través del tiempo de forma clara y silenciosa, dentro de nuestra cabeza, directamente a nosotros”. Y mi genial amigo Stephen King, el autor de best-sellers de terror, llama a esto “Telepatía de verdad (…) cuando se tocan las mentes sin chorraditas místicas”

No os confundáis, a Carl y a Stephen no los conozco en persona, ni ellos a mí. Por desgracia uno ha fallecido y el otro me toca muy lejos pero los considero mis amigos del alma porque tengo muchísima telepatía con ellos, de la buena, como dice Steve, con el que ya tengo algo de confianza.

Pero bueno, sigamos soñando… imaginemos que soy el niño lector de La Historia Interminable ése que roba un libro por el que se siente atraído de manera irreprimible y que un "confiado" librero había dejado a su vista. Ése que al comenzarlo a leer pasan muchas cosas dentro del libro, de la historia y de él mismo. Bueno, pues demos vida a los libros, o alma, o conciencia o lo que queráis e imaginemos que nos llaman desde el lugar donde están depositados, a la vista o no, como si fueran los tambores del juego Jumanji, reclamando que los saquemos a la luz y siga el juego de la telepatía en marcha. Así me lo he sentido yo varias veces.

Sí, ya se, probablemente retenga más en mi memoria todos los libros que encontré por pura casualidad y me encantaron que los que me parecieron un bodrio, es un sesgo humano muy común, pero no me agüéis ahora la fantasía ¿de acuerdo? ¡Hemos quedado en que estamos soñando! 

Mi descubrimiento tuvo lugar en un lugar de Cantabria de cuyo nombre no quiero acordarme (Alonso Quijano, otro loco por la lectura) Imaginaos. Lugar paradisíaco, brisa marina al atardecer, horizonte azul y gente recogiéndose después de un día de playa porque amenaza lluvia. En el paseo marítimo habían instalado unas casetas de venta de libros, tanto nuevos como de segunda mano. Siempre he sentido lástima por los libros de segunda mano, son como perros abandonados de los que intentan deshacerse, sacarles el último suspiro económico antes de acabar en algún contenedor de basura. A veces se encuentran cosas interesantes y me gusta saber que los salvo de la hoguera del olvido de Fahrenheit 451… ¿Me vais siguiendo? Si no es así no os preocupéis que al final os pongo el enlace. 

Estaba bien escondido, mi libro, pero sentía los tambores cada vez más fuerte y, como si jugaran al frío frío o caliente caliente, mis manos fueron acercándose hasta dar con él. No se si fue la portada, la reseña o qué pero en ese instante supe perfectamente lo que sintió el niño de “La Historia Interminable” (Bastián Baltasar Bux). Yo no lo robé y mira que tuve ocasiones. Lo dejé donde estaba, bien guardadito y me fui a dar un paseo. No iba a llevármelo, no tenía ni idea de quién era el autor ni nada de nada, pero el dichoso libro me atraía como un imán y no me lo quité de la cabeza mientras andaba descalza por la playa. Pensé que ojalá existiera un Cementerio de Libros Olvidados.


 Ya sabéis lo que pasó después. Lo compré. Ni siquiera abrí la primera página para echar un vistazo al estilo o de qué iba realmente. Me encantó. Hacía mucho que no disfrutaba tanto con un libro, disfrutar de verdad, ponerme los pelos de punta y emocionarme, vaya. Así que si algún día ese libro acaba en manos de alguien pues ya lo he recargado más, supongo. Desde entonces decidí escribir en cada uno de mis libros  el por qué lo tengo. La historia de estos encuentros es a veces bastante curiosa.

Los que más me impactan son los de personas fallecidas ya hace años que escriben con una profundidad y sabiduría que hecho en falta hoy en día. Tengo la sensación de que se repiten temas, se copia a otros y encima mal, superficialmente, para ganar dinero o por moda, no se, pero surgen gurús de la novela historia o de la autoayuda que dejan mucho que desear cuando se conocen verdaderos maestros cuyos nombres no son tan conocidos. Pongo dos ejemplos:

Dale Carnegie con uno de sus libros “Cómo ganar amigos” de 1936, un libro lleno de reflexiones profundas con un lenguaje cargado de sabiduría, afortunadamente reeditado y traído a la vida. Y el otro es Lucano, poeta romano del siglo I, con su “Farsalia”. Si os gusta Lovecraft o Poe disfrutaréis mucho con este maestro en la descripción directa y sin anestesia de las guerras entre César y Pompeyo, nada infantil y romántico como estamos acostumbrados. De la mano de Lucano he entrado en un bosque maldito celta al que temen hasta las legiones y de la mano de Dale Carnegie he aprendido mucho de los seres humanos. 

Y según mi amigo, ese que me regaló su pensamiento, el de la furgoneta que iba dando botes por los caminos de Girona, esas emociones que he sentido con ellos al leerlos las descargo con mi mirada y mis manos en el libro físico que contienen su mensaje y su poder se renueva. Les dejo a los más místicos creer si el libro tiene alma y vida. Quizás es lo que proyectamos e imaginamos del autor, al que revivimos, pero lo importante es el encuentro y disfrutar de nuestra suerte cuando éste se produce. 



Como dice mi amigo Carl:

“Los libros nos permiten viajar a través del tiempo, explorar la sabiduría de nuestros antepasados, nos conectan con las intuiciones y los conocimientos extraídos penosamente a la naturaleza, de las mejores mentes que hubo jamás, con los mejores maestros, a fin de que nos instruyan sin cansarse y de que nos inspiren para que hagamos nuestra propia contribución al conocimiento colectivo de la especie humana”

Quizás mi amigo Rafa de Girona ni se acuerde de aquella conversación pero yo sí. Quizás algunos escritores no recuerden lo que escribieron con exactitud porque lo hicieron en un momento y estado mental determinado, quizás estén muertos, pero la telepatía sigue funcionando ¿no? 
¡Y de MARAVILLA!


Lo prometido es deuda:

 Cosmos, de Carl Sagan y todo lo demás que ha escrito. Este hombre dejó toda su alma en Cosmos, el libro de la serie de TV. No pongo enlace. Hay miles en la red.





La historia Interminable, de Michael Ende. Es muy distinto leerlo con doce años que siendo un adulto. Maravilloso y profundo. Revelador.








  Mientras escribo, del maestro Stephen King. Alucinareis con este libro, sobre todo si os gusta escribir. Enlace con reseña del mismo.


  







 La Farsalia, de Lucano. Aquí os dejo otro enlace que explica más sobre él.


 
  Fahrenheit 451, del genio de la ciencia-ficción Ray Bradbury. Tenéis la peli o el libro. Ambos con bastantes añitos ya. Podrían hacer un remake bien chulo, pero bien hecho, si no mejor no tocar nada. Inquietante, a veces me dan ganas de memorizar los párrafos que más me gustan de cualquier cosa cada  vez que recuerdo sus escenas.








Cómo ganar amigos, de Dale Carnegie. Lo tenéis en .pdf aquí








La Sombra del Viento, de Carlos Ruiz Zafón. A ver si algún afortunado descubre el Cementerio de los Libros Olvidados, pero que no se enteren los bomberos de  Fahrenheit 451



JumanjiLa película, genial. No va de libros pero si de tambores insistentes que no anuncian nada bueno. El cuento en el que se basa es de Chris Van Allsburg.








Momentos de Protección, de Eric Fosnes Hansen. Mi descubrimiento, bueno uno de ellos. Menos mal que los insistentes tambores de Jumanji solo los oí yo. 

El lugar de Cantabria de cuyo nombre si quiero acordarme es Suances y el librero, con montones de historias que contar sobre libros y lectores, es Augusto.




jueves, 5 de junio de 2014

Collar de Moscas




Mis hijos son pequeños, pero comienzan a tener una idea de lo que es la Historia, de que hace muchos años la gente vivía de otra manera, haciendo cosas muy diferentes, a veces raras. Creo que casi todos los niños descubren la Historia de la mano de los egipcios, con sus momias, pirámides, su forma vestir y su enigmática escritura… Pero a los míos, lo que más les llamó la atención es la relación que los egipcios mantenían con los animales que, en su mayoría, eran adorados como dioses.

Monos, cocodrilos, gatos, serpientes, buitres, abejas, escarabajos… (sí, ya llegamos a los bichos) y moscas. Todo les valía. Pero ¿Por qué adoraban a los animales?, me preguntan con extrañeza en la mirada, ¿Qué tienen los animales mejor que nosotros para ser dioses? Y entonces pasamos de la lección de Historia a la de Ciencias Naturales, Religión, Psicología o todo junto y revuelto porque una pregunta lleva a otra.

Hace unos días cotilleando por Internet me topé con una noticia sorprendente:

“Las moscas piensan antes de actuar”





¡Venga ya!, me dije. Y es que a mí las moscas me dan asco, casi todos los bichos, vaya, pero las moscas tienen el plus de ser tontas. Las abejas son sabias, las avispas despiadadas, las hormigas trabajadoras, las arañas habilidosas… el mundo de los insectos es amplio y diverso pero las moscas…

Están, con perdón,  las de la mierda, las cojoneras, las tsé-tsé, el moscón pegajoso, vamos que son de lo más pesado que hay en el mundo de los insectos. ¡Pero si hasta la gente disfruta matándolas! e incluso hay un cuento clásico infantil en el que un sastrecillo muy valiente alardea de su hazaña de matar a siete de un golpe… nuestra cultura es así, qué le vamos a hacer. No se si un egipcio, pero un budista se echaría las manos a la cabeza.

Pero es que cuando entra una mosca en casa, acudimos prestos trapo de cocina en mano para espantarla y dirigirla a sustos hacia la ventana abierta de par en par, pero la muy tonta no la ve con los ojazos que tiene, sale, entra otra vez y sigue dando vueltas por toda la casa… es agotador para nosotros y supongo que para la mosca. Y ahora llega un grupo de científicos de la Universidad de Oxford y dice que las moscas piensan y toman decisiones e incluso “meditan” cuando se enfrentan a un problema. Bueno, la verdad es que eso es más de lo que hacen algunas personas que conozco, así que seguí leyendo la noticia con interés.

Muchos pensarán que dotar de inteligencia a una mosca es casi una herejía, que se han equivocado al interpretar los datos o se trata de un titular vistoso, que esta cualidad tan sublime de la que hacemos tanta gala solo la podemos compartir, un poquito, con algunos primates. Pero la Ciencia nos sorprende cada día desmontando mitos. En palabras de Gero Miesenböck, el investigador: “Lo que nuestros resultados muestran es que las moscas de la fruta tienen una capacidad mental sorprendente que antes no había sido reconocida”. Todo, como siempre, es culpa de un gen. “¿Qué una mosca comparte el mismo gen que yo?”,  dirá alguno con el orgullo herido. Pues sí.

Solo los sabios egipcios podían ver, allí donde hay defectos, una virtud. Ser pesado, insistir una y otra vez y molestar es una ventaja. De hecho creo que las moscas llevan en este mundo mucho más tiempo que nosotros equipados con tanto intelecto. Los egipcios lo sabían, por eso la incluyeron dentro de sus animales valorados, tanto que la máxima condecoración a la que un militar egipcio podía aspirar era al collar de moscas de oro, por comportarse como ellas con sus enemigos y hostigarlos una y otra vez hasta decir basta, vaya.

Las moscas no son conscientes de sus decisiones, pero nosotros tampoco, lo siento, pero la Neurociencia lo ha demostrado hace tiempo. No hablo de decisiones triviales como qué me pongo hoy o qué cocino, sino si me caso o no, con quién, dónde quiero trabajar, etc. Hay personas a las que casi les repele ser comparadas genéticamente con un animal, se sienten superiores por tener mayor inteligencia o ser seres espirituales, pero no somos ni superiores ni inferiores en nada, cada cual posee unas cualidades que le ayudan a sobrevivir. Supongo que las moscas podrían pensar que somos unos ineptos por no poder volar haciendo sus piruetas o ver el mundo como ellas y nos compadezcan y pregunten que para qué estaremos en el mundo sino para molestar y hostigarlas, a ellas y a todo bicho viviente.

Incluso nuestro cerebro, el órgano del que presumimos orgullosos, es una auténtica chapuza, lleno de parches evolutivos que nos permiten ir tirando, pero lejos de ser eficaz como creemos, más bien nos lleva a cometer innumerables sesgos cognitivos y que cuenta con una memoria limitada y caótica que se inventa así misma… vamos, que deberíamos bajar de nuestro pedestal y tener un poquito de humildad. Lleva tiempo, lo se, nos creemos maravillosos, el culmen de la creación, los elegidos para entender realidades trascendentales, pero os pediré una cosa. No os hagáis budistas si no queréis, ni os enamoréis de las moscas, tan solo, antes de matar a una que ande despistada, recapacitad porque quizás está pensando, tomando alguna decisión de por dónde salir y seguir con su vida en un lugar más tranquilo.




Os recomiendo unos fantásticos enlaces:









martes, 20 de mayo de 2014

Necesitamos tener sus cuerpos


El pasado mes de abril contemplé con asombro en el telediario la noticia de que, en un antiguo convento de Madrid, se buscaban los restos de Miguel de Cervantes. Ah, ¿pero es que no hay una tumba conocida? Pues no tenía ni idea.  Al gran Cervantes, autor de El Quijote y de otras obras increíbles, no lo tenemos enterrado como el personaje ilustre que fue. Para lograr encontrarlo utilizaban un georadar, un aparato sofisticado que, a modo de aspirador-escoba, rastrea si necesidad de perforar toda la iglesia en busca de sus huesos. He dicho sofisticado, es decir, muy caro.


La periodista, con cierta ironía, dijo algo así “Nos dejó lo mejor que tenía, pero nos empeñamos en recuperar su cuerpo”. Pues es verdad. Nos gastamos en época de crisis un dineral en algo que, bueno, de qué sirve ¿para poner una losa con una cruz e ir de peregrinaje? ¿o para anotarse un tanto los descubridores? Lo mejor que nos dejó Cervantes, su obra, sigue con nosotros aún muy viva. No vamos a estar más cerca de él teniendo bien visibles sus restos… ¿o sí? La verdad es que todo es más complejo de lo que parece.

Pensemos en los fallecidos en circunstancias trágicas que tardan mucho en recuperarse o bien es imposible hacerlo. Todos entendemos el consuelo que supone hallarlos, aunque pasen muchos años y se encuentre lo que se encuentre. Darles una digna sepultura, hacer un funeral y por fin descansar todos. Se cierra un doloroso duelo. Sus cuerpos son importantes, al menos en nuestra cultura. Por eso nos desvivimos por recuperarlos o, en algunos casos perderlos, como por ejemplo los de Bin Laden o Hitler. Vale, con los fallecidos recientes está claro y si no que se lo digan a los familiares de los militares fallecidos en Turkía en el YAK-42 o a los padres de Marta del Castillo. Hay que darlo todo por tener sus cuerpos. Pero en esta entrada quiero hablar de otros, los lejanos.

Hace algunos años me quedé extasiada contemplando la momia de Ramses II en el Museo Egipcio de El Cairo. No podía creerme que aquel que tenía ante mí fue el hombre que milenios atrás hizo lo que hizo. Contemporáneo de Moisés, Agamenón, Menéalo y Odiseo (de cuando la guerra de Troya), ahí es nada. Me paré a contemplarle bien de cerca durante un rato. Estaba alucinada del estado de conservación. Aún sus restos transmitían el porte, la fuerza y el carácter de alguien fuera de lo común. Fue como tender una mano al pasado y conectar con él, con la persona que fue, con una época, conectar con algo tangible y no solo escrito en los libros o en las piedras. Y es que ¡era él!


A mí me gustan los muertos. Entendedme, quiero decir que me imponen un gran respeto por lo que fueron en vida, por el ser que contuvieron. Ir a la tumba de alguien y contemplar su lápida me reconforta con el ser que fue y el recuerdo que tengo de él, me hace sentir más unida a esa persona, me emociona e incluso hablo mentalmente como si pudiera oírme y contestarme a todo lo que me gustaría saber de lo qué pasó, de lo que sintió, de… muchas cosas. Quizás por eso necesitamos tener sus cuerpos cerca.

En España existen muchos restos perdidos de personajes ilustres. Puede que esto sea reflejo de dejadez, indiferencia o debilidad cultural de nuestra sociedad ante personas que nos dieron tanto. Puede que un signo de respeto por nuestros grandes hombres y mujeres de ciencia,  artes, mística y poder sea encontrar sus cuerpos y honrarles por lo que hicieron como debe ser. ¿Dónde están Velázquez, Quevedo, Cristóbal Colón…? Nos consolaremos con los que tenemos. Aún nos quedan restos del Cid, que viajaron más que él en vida, incluso existe la tumba de Bavieca, su caballo, que se la ganó. También los creyentes afirman que tenemos los de Santiago Apóstol, algo es algo.

Confieso que me encantaría visitar la tumba de personajes de los que solo existe el eco de sus hazañas o de su obra, sé que no es tan importante, que lo mejor de ellos es su legado, pero soy humana y saber que siguen ahí, aunque sea la falange de un dedo, me emociona.

Hay personas para las cuales el vínculo sigue existiendo, y debería ser un vínculo colectivo, de toda la humanidad, por eso se empeñan en encontrar sus cuerpos. Se sigue buscando la tumba de Alejandro Magno y la de Jesús de Nazaret, que parece haber sido hallada hace años, aunque los intereses religiosos y arqueológicos siempre harán dudar de ello. Necesitamos tener sus cuerpos para conectar con su existencia en este mundo, que no son un cuento, una mentira y que siguen con nosotros.


Acerquémonos a ellos, leyendo o contemplando sus obras, yendo a los lugares donde vivieron, caminaron y crecieron, visitando sus restos… da igual dónde o cómo. Lo que importa es lo que aún nos hacen sentir pase el tiempo que pase.


Os recomiendo algunos enlaces:


lunes, 5 de mayo de 2014

Háblame de los colores del mundo




Hace ya unos cuantos años paseaba por la ruta de los dinosaurios de Soria para ver sus huellas, que allí son muy numerosas, y pasé por un pequeño pueblo llamado Bretún que, haciendo gala de su extinguida fauna, exhibía orgulloso enormes figuras de dinosaurios.
Pero el verdadero descubrimiento no fueron las huellas de aquellos seres de un pasado remoto sino una habitante del presente que nos salió al paso a medio desayunar, con mandil aún puesto y vara de las que se usan para llevar al ganado. Cada turista que pasaba por delante de su puerta era abordado con pasión por Sara, dispuesta a enseñarle las marcas dejadas en la roca del corral de atrás con un desparpajo que dejaba boquiabierto a cualquiera y utilizando términos científicos sin ningún complejo, vaya.

La vara resultó ser la herramienta con la que conducía a los turistas y señalaba las icnitas, coprolitos y demás rastros por los alrededores de su casa que estaba plantada, como todo el pueblo, sobre un extenso yacimiento. 

Sara era muy mayor y ahora no se cuántos años tendrá o si está aún entre nosotros, pero saboreó los placeres de la fama, fue a la televisión y sus videos están en YouTube. Y es que la gente iba a Bretún por el boca a boca, querían verla y escuchar sus lecciones magistrales sobre Paleontología porque, a pesar de su andar encorvado, Sara transmitía emoción, entusiasmo, buen humor y una gran, grandísima inteligencia.


La pregunta que me hice al abandonar Bretún fue: ¿Qué habría llegado a ser esta mujer si hubiera podido estudiar, si hubiera tenido oportunidades? Seguro que habría llegado a catedrática por lo menos… ¿Seguro?


Me he encontrado a gente en los sitios más escondidos, y no tan escondidos, realizando actividades, muy honrosas sí, pero que no estaban a su altura. Personas con una inteligencia superior que por circunstancias de la vida y por sus propias elecciones han permanecido en el anonimato pero que no pueden disimular la luz que llevan dentro.

Por decirlo de una manera burda, hay gente lista, hay gente inteligente, hay gente muy inteligente y hay gente superdotada. De ésta última voy a hablar.

Es el gran drama de este país. Siempre hay alguien que se nos cuela en la vida por tener un conocido con más o menos poder e influencia que nos quita el puesto que merecemos más que él, al que le dan mejor nota en el cole, al que le atienden antes y mejor en el médico, o que han cambiado un favor por otro… y no me digáis que no es así porque lo he sufrido en mis propias carnes y también muchos como yo, no es algo del pasado ni tampoco excepcional. La corrupción no es una cosa de políticos o empresarios, sino que está a todos los niveles, como si nuestra sociedad sufriera de una gran e irrevocable metástasis. 

Pues imaginaos el potencial que se pierde en estos caso si se trata de personas con altas capacidades. Algunas consiguen sus objetivos y se sienten realizadas, pero otras muchas pasan sin pena ni gloria por la vida sin poder realizarse y, lo que es peor, la sociedad no se puede beneficiar de su don. Así que se sienten totalmente fuera de lugar.

Sí, esto no es nada nuevo, ya lo se. Pero hace unos días entré en una librería y me llamó la atención un título “¿Demasiado inteligente para ser feliz?”, de Jeanne Siaud-Facchin, editorial Paidós, que habla de las grandes dificultades que tienen los adultos superdotados en la vida cotidiana. 

Superdotados sin ser detectados ni por su entorno ni por ellos mismos, aunque sí saben que son diferentes, que no encajan, que los demás no les entienden en su pensamiento… y no es que sean mucho más inteligentes que la gran mayoría, es que ven el mundo de otra manera, interpretan, evalúan, hacen conjeturas a una velocidad y con una complejidad muy elevada para el común de los mortales. Es como si todos viéramos en blanco y negro y existiera gente muy buena en discriminar los matices de gris. Pero el superdotado no solo ve el blanco, el negro y los matices de gris, sino que ve montones de colores. Nadie va a entender de lo que habla y por eso muchos fingen para sentirse menos raros, pasando así desapercibidos.



Tengo la suerte de haber conocido a alguno y de haber conocido también las vicisitudes de su vida por colársele alguien por delante que no veía más que en blanco y negro pero era hijo, conocido de… o hizo un intercambio de favores. Con los años muchos acaban desarrollando una actividad que les permite ganarse la vida y además son felices, otros viven frustrados, aburridos y agachan la cabeza. Más que un don a veces la sobredotación intelectual es vivida como una maldición. El miedo, la culpa, el sentimiento de imperfección, la inseguridad, la depresión, una gran hipersensibilidad emocional, sentirse solo… son características de estas personas que pasan del 130 de C.I.

Escuchémoslos, aprendamos de ellos en cuanto nos sintamos cerca de alguno, porque tienen mucho que darnos. Quizás vivan camuflados de albañiles, de cajeras, mecánicos, pastores o amas de casa. También los hay desempeñando profesiones donde deberían abundar más por su complejidad. Haciendo un símil televisivo serían el House de los médicos o el Grissom de la policía científica, gente un poco fuera de lo normal tanto en su personalidad como en sus capacidades. Si nuestras instituciones no los detectan, nuestros políticos los ignoran y siguen a lo suyo… ¡Cuánto estamos perdiendo!

Mensajeros de una realidad que no vemos pero a la que ellos pueden acceder os animo a descubrirlos y a que les azucéis, tengan la edad que tengan, sean de donde sean, para que desarrollen todo su potencial porque el mundo los necesita y quizás podamos aprender de ellos a ver el cielo de color azul y no gris.



Os dejo algunos enlaces sobre Sara por si tenéis curiosidad. Desconozco si era o no superdotada de manera oficial, pero lo que sí se es que es un ejemplo para todos.

También os recomiendo el libro, sobre todo si trabajáis en recursos humanos, educación o si sospecháis que sois uno de ellos, un superdotado, y nadie os lo ha dicho y os sentís avergonzados solo de pensarlo. Si es esto último quizás deberíais “salir del armario” y os animo a que sigáis los consejos de la autora.









             

  • Temporada 6 de "HOUSE" Capítulo 8 . "IGNORANCE IS BLISS" Os recomiendo este episodio donde un superdotado decide "hacerse tonto" combinando fármacos con alcohol por no poder soportar la presión afectiva que en su vida cotidiana supone ser un genio. Caso que puede ejemplificar a muchos anónimos en cuanto a la angustia y soledad que pueden pasar estas personas.